4º Capítulo. Contubernios
cortesanos
Yo volví a mi rutina semanal,
esa noche y las siguientes las pasé follando con Dulce, trabajando en la finca,
atendiendo a mis clases, practicando con la espada y la pistola, y pensando en
el próximo encuentro, el cual llegó sin casi darme cuenta. Como siempre, fuimos
despedidos con la sonrisa de la madre y su deseo de que lo pasásemos bien y nos
fuimos a la fuente. Volví a extender la manta colocando los apoyos como la otra
vez, mientras les pedía que se desnudaran. Iban como la vez anterior, solamente
con el vestido. Al ver la misma disposición que el día anterior, se colocaron
en la misma posición, lo que tuve que corregir, diciéndoles que una tenía que
poner la cabeza sobre el apoyo, lo que hizo inmediatamente Mariana, luego les
informé que la otra debería ponerse a la inversa sobre ella, y que deberían
estimularse el coño y el clítoris mutuamente…
– Y
espero que me hayáis hecho caso y os hayáis dilatado bien, porque os voy a
encular hasta cansarme.
Claudia se colocó a cuatro
patas sobre su hermana, puso su coño en su boca y se inclinó para hacérselo a
ella. Ambas comenzaron a lamerse y chuparse, en principio con repelús, pero
como no se atrevían a contradecirme, se centraron en la tarea hasta que poco a
poco comenzó a gustarles. Yo saqué el aceite de la vez pasada, me embadurné
bien mi polla, unté bien dos dedos y se los metí en el culo a Claudia, que
gimió un poco por el dolor de la intromisión.
Los moví en círculo,
comprobando que dilataba bien, aproximé mi polla a su entrada y la fui metiendo
poco a poco. Ella dejó el coño de su hermana, levantándose y gimiendo más
fuerte…
– ¡Aaggmm!
Despacio, me hace daño.
Detuve mi avance para que se
fuese acostumbrando, y fui metiendo y parando hasta que entró toda. La mantuve
un rato para que se acostumbrara y dilatara.
– ¡Oh!
Me siento llena por dentro, dijo Claudia.
– Sigue
comiéndole el coño a tu hermana, le espeté yo.
Empecé un bombeo suave que fui
incrementando poco a poco, acompañado por suaves lametazos a mis huevos que me
daba la hermana a indicaciones mías, mientras recorría el coño. Pude sentir,
por las contracciones de su ano, que tuvo al menos dos orgasmos. Yo les animaba
a seguir, mientras le daba azotes en el culo cuando casi sacaba mi polla, para
seguidamente meterla con fuerza. Cuando alcanzó su tercer orgasmo y aprisionó
mi polla, no pude aguantarme más y me corrí abundantemente dentro de su esfínter.
Luego, tras sacarla, les hice rodar por el suelo y colocarse en el apoyo
contiguo, pero esta vez con Claudia debajo, y les di la orden de seguir con lo
que estaban.
Mi erección no había bajado del
todo, y tras limpiarla, me la estuve acariciando mientras veía lo que habían
llegado a aprender en materia de darse mutuamente placer, lo que ayudó mucho
para que se me pusiese dura otra vez. Repetí la escena con Mariana. Unté bien
su ano con aceite, probé con mis dedos el acceso, unté nuevamente mi polla
procedí a meterla lentamente en su culo, con pequeños avances. Ella se tensaba
y aflojaba cada vez, soltando algún gemido… ¡HUUMMPF! Pero al cabo de poco
tiempo, la tenía toda dentro. Estuve un rato quieto para que se acostumbrara….
– ¡Uuuufff!
Tenías razón hermana, también me llena completa.
Empecé mi mete saca despacio y
le pedí a Claudia que atendiera bien a mis huevos y tronco al salir. Esta vez
conté cuatro contracciones de su culo antes de que, a la quinta, le llenase
también el culo, pero con menos cantidad. De nuevo caímos derrengados sobre la
manta, donde estuvimos un buen rato recuperándonos. Tras lo cual, nos fuimos a
lavar, primero ellas y detrás yo, por lo que pude observar su andar incómodo y
cómo manaba mi leche de sus culos y les caía por las piernas. Mientras me
lavaban, les dije…
– Quiero
follarme a vuestra madre.
– ¿Quéee? Respondieron
a una.
– Lo
que habéis oído… Que quiero follarme a la puta de vuestra madre. Ya que ella
está también muy interesada en esto. Quiero que participe en las tareas para
conseguirlo… Además ella podrá poner un poco más que vosotras que sois vírgenes,
o de lo contrario tendré que romperos a vosotras el coño y supongo que vuestra
madre no lo permitirá.
– Pero
ella no puede venir con nosotras. Tiene que quedarse con mi padre y los tuyos.
– Me
da igual otro día, el caso es que participe.
– Bueno…. Dijo
Mariana dudosa… Mi madre también ha
comentado algo así, quizás si se lo planteamos tus intenciones de follarnos por
el coño, bien acceda a tu petición…
– ¿Ah
sí? ¿Y qué os ha dicho?
– Nos
ha dicho que, si quieres… bueno que… los martes por la mañana sobre las 10,
podría ir a una cabaña abandonada que hay cerca del linde de nuestras tierras
con las vuestras, en el antiguo camino de la montaña. Es un sitio que cae cerca
de ambas casas, solitario y no cuesta mucho llegar.
“Joder, estas tías van muy por
delante de mí”. Pensé yo. – Conozco el
lugar. Estaré allí el martes a las 10 de la mañana. Espero que no falte quiero
probar sus encantos…
Di por terminada la
conversación y salimos del agua. Como siempre, dimos buena cuenta de la
merienda, volvimos a casa con algunos problemas al sentarse, hubo un doble
intercambio de señas y confirmaciones, aunque esta vez se movieron poco y
despacio. No sé qué dirían cuando las vieran moverse constantemente para
encontrar acomodo a su culo. Ni se lo pregunté.
El martes siguiente llegó y yo
aparecí por la cabaña unos minutos antes de las 10. Sin embargo, ya había un
caballo atado a una cerca con abrevadero, donde até el mío también, procediendo
a entrar en la vivienda. Lo primero que observé al entrar era que no estaba muy
abandonada, ya que no se observaba polvo ni suciedad por ningún sitio, constaba
de una sola habitación, con un fogón en un lado y una cama grande en el otro,
con una cortina de separación, que permanecía abierta, una mesa grande y tosca
en el centro con varias sillas alrededor igual de toscas y un jarrón con flores
encima. En un lado, había un altillo en el que se veía lo que parecía otra cama
o catre. La puerta tenía una cerradura y las ventanas postigos y cortinas. La
ropa de la cama parecía nueva y se encontraba perfectamente hecha y se veía un
aguamanil con su palangana, toalla y jarra de agua. En la habitación había dos
mujeres, Amanda Castro y una criada, que se volvieron al entrar yo…
– ¡Vaya,
eres muy puntual! Dijo Amanda, la madre.
– Procuro
serlo, máxime cuando una dama me espera, pero permítame una pregunta… ¿Esto no parece
una simple vivienda abandonada en medio de la nada?
– Entiendo
a lo que te refieres. Permíteme que te lo explique. Como comprenderás, no iba a
meterme en cualquier chamizo sucio y lleno de piojos, ratas y cualquier otro
animal, por lo que he mandado que arreglaran esto. Además, te presento a Brígida,
una de las muchachas a mi servicio, que se encargará de que se encuentre limpio
para cuando vengamos.
– Encantado
Brígida. Dije.
– No
te molestes en entablar conversación con ella. Es muda desde que unos soldados
invadieron su pueblo en Teruel, la violaron y torturaron, en tal altercado
perdió media lengua y no pude hablar, pero es muy servicial, trabajadora y lo
mejor… no se va de la lengua. Espéranos fuera, Brígida, y cierra la puerta al
salir.
Ella salió, dejándonos solos.
Inmediatamente Amanda me dijo… – Espero
que seas la mitad de bueno de lo que me han contado. Si es así, vamos a pasarlo
muy bien.
– Creo
que te equivocas. No he venido a entretenerte ni a darte gusto. Tu quieres una
cosa y estás dispuesta a todo para conseguirlo, incluso utilizarme a mí, pero
ya que soy el utilizado, soy el que impone las reglas. Como les dije a tus
hijas, harás lo que te diga, cuando te lo diga y como te lo diga. Tu máxima
será darme placer a mí. Solamente te dedicarás a ello. Y tendrás el placer que
yo quiera darte. Aquí seré tu amo, tú la esclava. Si no te gusta, puedes
marcharte ahora mismo y deshacemos el trato. ¿Lo has entendido?
– Sí.
– ¿Si,
qué?
–
Sí amo, dijo bajando su cabeza.
– Desnúdate. Rápido Se quitó el
vestido, mostrando que no llevaba nada debajo.
Ante mi mirada dijo… – Ya sé que te gusta que las mujeres queden
desnudas con rapidez.
Observé que no llevaba ni un
solo pelo en el coño. Ante mi mirada de extrañeza, me dijo…
– ¿Te
gusta? Es una costumbre que aprendí cuando estuve viviendo en Francia. Es la
última moda allí. Mis amigas de allí, con las que me carteo y visitamos, me
mantienen informada de todo las novedades que se presentan.
– Me
parece muy bien, dije sin darle importancia… Pero ahora, desnúdame a mí.
Ella lo hizo despacio,
recreándose con cada trozo de piel que descubría. Cuando bajó mis calzones dijo…
– ¡¡Vaya lo que tenemos aquí!! No me
habían engañado. No sé si lo voy a disfrutar o a sufrir cariño.
“Maldita puta, otra que me dice
que la tengo pequeña”. Pensé yo, y estuve a punto de marcharme, pero en cambio…
Me acerqué a la mesa y me senté en una de las sillas, después de colocarla
convenientemente.
– Ven
aquí y recuéstate boca abajo sobre mis rodillas. Le
dije.
Obedeciendo, se colocó como
había pedido. Puse una mano en su espalda y con la otra comencé a acariciar su
culo con movimientos circulares hasta que oí un suave ronroneo. ¡¡ZAS!! La sorprendí con una fuerte
palmada que dejó mis dedos marcados en su culo y mi mano roja y dolorida.
– ¡AAAAHHHGGG!
¿Pero qué te has creído, maldito niñato? ¿Cómo te atreves a pegarme? ¡Te voy
a….!
– ¡Cállate!
Si no estás de acuerdo te vistes y te vas. Aquí has venido a hacer lo que yo
diga y aguantar lo que te haga. Dije con mi expresión más
salvaje y dura que pude. – Pensaba darte
dos azotes por olvidarte de llamarme amo y decirme cariño, pero ahora serán
seis por la falta de respeto añadida.
Se quedó callada un momento y
empezaron a caerle lágrimas, pero al fin, volvió a recostarse en mis piernas,
al tiempo que decía… – ¡Por favor, amo,
tráteme con cuidado!
Volví a colocar mis manos en la
espalda y culo respectivamente y comencé mis caricias de nuevo. Estaba tensa.
No disfrutaba. Relájate y disfrutarás. Separa bien las piernas. Ella las
separó, yo seguí acariciando. Cuando me pareció que estaba ya algo relajada… ¡ZAS! Nueva y fuerte palmada.
– ¡Aaaaay!
Duele mucho, amo.
Seguí acariciando su culo, pero
esta vez bajando mi mano entre sus piernas y frotando su coño depilado con
suavidad. Alternaba movimientos circulares en su culo con verticales sobre su
coño.
Su coño mojado se iba abriendo como una granada, pero seguía sin
tocarle los puntos que ella quería. Seguí con mis caricias. Bajé a
su coño que parecía una fuente. Coloqué mi dedo medio a lo largo de su raja y
empecé un movimiento arriba y abajo, que terminaba chocando con su clítoris. Empezó
a jadear con fuerza y a clavar sus dedos en mi pierna y en la silla hasta que
le saltó un orgasmo fuerte y largo que la hizo gritar como si estuvieran
torturándola…
– ¡AAGG!
SIGUEEE ¡ME CORROOO! ¡ME CORRO AMO SIGUEEE!
Se quedó como ida durante un
buen rato, y comenzó a resbalar hasta el suelo, donde quedó tumbada durante un
tiempo. Cuando se recuperó, dijo… – ¡Dios
mío! ¡Nunca había tenido un orgasmo así! REALMENTE, NO HE TENIDO NUNCA UN ORGASMO.
Yo, que estaba totalmente
empalmado… – Estupendo entonces. Hemos
terminado por hoy. Vístete y vete… por hoy has cumplido con el cometido.
Ella, mirando mi erección… – ¿Y te vas a quedar así? ¿No quieres
relajarte conmigo? Hoy no te lo has ganado. No deseo que mi amo sufra
congestión de testículos ¡Sé que es doloroso!
– Vete.
Ella sacó unas prendas de un
bolso que no había visto y se las puso, eran unas bragas de extraño diseño y
una camiseta también un tanto raro.
– ¿Te
gustan, amo? Son diseños de París. Mi ropa interior la traigo de allí.
– Me
parece muy bien. Dije mientras seguía mirando su cuerpo sin
moverme.
Cuando terminó, dudó un
momento, pero abrió la puerta y se fue. Inmediatamente entró Brígida
dirigiéndose a la cama, probablemente con intención de arreglarla de nuevo,
pero al ver que no la habíamos tocado, se dio la vuelta mirando alrededor. Me
miró, miró mi polla erecta, volvió a mirarme y volvió a mirar mi polla.
– ¿Te
gusta? Afirmó varias veces con la cabeza.
“Menos mal que hay una que no
le preocupa el tamaño”. Pensé.
– ¿Por
qué no te desnudas y la disfrutas?
No tardó ni un segundo en
quedarse totalmente desnuda. Tenía un cuerpo precioso, lleno de curvas cada una
en su sitio, unos pechos generosos y un coño no muy peludo de fino vello
aterciopelado.
– Vaya,
tú no te lo afeitas a la moda Francesa, como tu ama, comenté.
Ella negó con la cabeza
mientras se acercaba. Se arrodilló ante mí y se la llevó a la boca, comenzando
una felación donde se notaba que tenía gran experiencia. Empezó lamiendo desde
la base hasta el prepucio, ensalivándola bien, para luego metérsela en la boca
toda entera, hasta que le dio un amago de arcada, pero la tenía toda
completamente dentro. No sé como lo hacía, pero al mismo tiempo me masajeaba
con la lengua. No usaba las manos, solo su boca. No duré ni cinco minutos. Por
primera vez en mi vida, fui eyaculador precoz.
Ella se tragó toda mi lechada,
limpió bien mi polla y se enderezó siguiendo de rodillas. Tenía la mano en su
coño y se acariciaba.
– ¿Nos
has oído? Le dije. Afirmo con la cabeza. Estas excitada. Nueva afirmación.
Se ve que tienes experiencia en esto, ¿verdad? Afirmó otra vez. ¿El Duque? Pareció dudar, pero afirmó ¿La condesa? Negó ¿Alguien más de la casa? Afirmó ¿Quién?
Hizo unos gestos con la mano ¿Intentas decirme algo? ¿Esos gestos quieren decir algo? Afirmó. Me gustaría saber que dicen, pero antes…. Vamos a solucionar lo tuyo.
La tomé de la mano y la llevé a
la cama. La puse boca arriba y comencé a besarla. Sus labios, su cuello, lamí
los lóbulos de sus orejas, acaricié sus tetas y lamí y chupé sus pezones, bajé
hasta su coño, que me recibió empapado, con un clítoris exageradamente grande
que sobresalía del capuchón como un glande… enseguida me puse a chuparlo y
lamerlo. Ella se retorcía, y era extraño no oírle emitir ningún sonido. No
sabía si le gustaba o le hacía daño. Solo mi experiencia me decía que
disfrutaba. Su orgasmo llegó pronto y llenó mi boca de gran cantidad de flujo, hasta
el punto que pensé que se estaba meando.
Cuando se recuperó, me miró con
una sonrisa e hizo unos movimientos con sus manos. Yo le sonreí también, me
enderecé y le mostré mi polla otra vez enhiesta. Ella asintió y volví a mis
besos por sus labios, cara y cuello, mientras se la metía poco a poco. Era
tremendamente estrecha, la sentía tan aprisionada que pensé que se la había
metido por el culo. Cuando llegó al final, hizo otros gestos con la mano
mientras tomaba aire…. Tras una corta espera, comencé a moverme en su interior,
lo que provocó que su respiración se acelerara nuevamente. Durante un buen rato
estuve bombeando a placer, sintiendo sus corridas y volviendo a empezar. Cuando
me sentí próximo a correrme, me incorporé y acompañé mis embestidas con una
frotación circular con el pulgar sobre su clítoris. Notaba como me subía la
presión, mis ganas de eyacular eran imparables por mucha voluntad que le
pusiese.
Cuando sentí recorrer la leche
por mi tronco, la clavé a fondo de su vagina y me fui corriendo a grandes
chorros dentro de ella dándole duros empellones a cada convulsión que retorcía
mi cuerpo. La excitación era tan grande que pensando haberme corrido por
completo, la saqué, y con dos meneos que me dio la sirvienta, me acabé de
correr sobre sus tetas.
Nos acostamos juntos y
abrazados. Ella se quedó dormida y yo estuve admirando sus tetas embadurnadas,
su figura llena de curvas. Pese a que era algo baja de estatura, lo tenía todo
muy bien colocado. Mis pensamientos pronto evolucionaron a la situación que me
había llevado allí, analizando a la madre, las hijas, incluso al padre que tan
honorable parecía. Cuando despertó, parecía desorientada, pero pronto se centró
y comenzó a darme besos y a gesticular con las manos.
– ¡Hey,
hey, hey! Para, para. Que no te
entiendo. ¿Por qué no empiezas enseñándome lo que significan esos gestos?
Y comenzó a explicarme, con
gestos, una libretita y un lápiz que llevaba. Cuando me marché, ya sabía decir
los nombre con signos y alguna otra palabra tan sencilla como inútil por el
momento. Quedamos en que iría todos los días, excepto domingos y los días que
quedase con ellas, ya que ella tenía que ir a revisar y limpiar la casa,
debiendo tenerla en perfecto estado de uso. Le pregunté si la señora traía a
alguien más, pero negó tal hecho. También me enteré que vivía con un sirviente
de los señores, el mayordomo, que la compartía con el amo a veces, y que a
ambos les gustaba que se la chupase, pero nunca se preocupaban por su placer,
por eso, cuando yo le di tan maravilloso orgasmo y luego le hice repetir hasta
desfallecer, se sintió morir de felicidad. Después de esto no me extrañó que
fuese tan estrecha… – Se hace tarde,
volvamos. Ella me dio a entender que tenía que dejarlo todo recogido y que
volvería más tarde. Yo me fui a casa a esperar mi hora con Dulce.
Al siguiente día con las
hermanas, seguí profundizando en sus culos, que parece que no les molestaba
tanto. La madre parecía más seria y no gastó bromas, solamente los saludos de
rigor. Los demás días, iba a la cabaña, donde Brígida me enseñaba el lenguaje
de signos, el cual aprendía con rapidez. Follábamos hasta que le sacaba un par
de orgasmos y me volvía a mis quehaceres. El martes siguiente, volví a la
cabaña también unos minutos antes, encontrando fuera a Brígida, sentada en un
banco junto a la pared. El caballo de Amanda estaba atado en el mismo lugar de
la otra vez. Pasé por delante de Brígida guiñándole el ojo y entré en la
cabaña. Amanda me esperaba desnuda y de rodillas en el suelo.
– Veo
que has aprendido la lección. Colócate boca abajo sobre la mesa, con los pies
en el suelo y bien separados. Le dije mientras me desnudaba.
Ella se puso, obediente. Acaricié
su culo y su coño insistentemente. – ¿Me
va a castigar otra vez, amo?
– Cállate.
Ya te enterarás.
Enseguida empezó a moverse,
informando sin querer de su excitación. Unas palmadas, no excesivamente fuertes
en su culo, pero lo bastante para ponerlo rojo, fueron el preámbulo a la
entrada de mi polla en su coño.
– ¡Despacio
amo, por favor! Me hace daño. Yo que también la notaba
estrecha, me dije “¡Vaya, otra mal follada! ¡Se ve que el conde tiene otras
aficiones!”
Le pasé la mano por delante
hasta llegar a su clítoris, cuya zona masajeé, mientras le iba dando un vaivén
de entrada y salida, en el que, cada vez que entraba, presionaba un poco más,
hasta que logré meterla completa.
– ¡PUUFFF!
¡Qué gusto! Soltando aire. Empecé mi bombeo y ella sus
gemidos. ¡Mmm! ¡Siii!
La sacaba hasta que la cabeza
quedaba en su entrada y masajeaba su clítoris, dejaba el masaje y la metía
hasta adentro. Al momento, empezó a oírse el chapoteo de mi polla en su coño
encharcado. Si notaba que iba a correrse, me detenía. Lo que le hacía soltar un
bufido de decepción. ¡BBFFFSS! La
tuve un rato al borde del orgasmo, hasta que la tomé por la cintura, la levanté
del suelo y con ella empalada hasta el fondo, la llevé hasta la cama. La
coloqué igual que en la mesa y durante unos momentos más, seguí el
“tratamiento”. Me salí de ella, la acosté sobre la cama y me puse a su lado.
– ¡Chúpamela!
– Sí,
amo, dijo
mientras se levantaba.
– ¿A
dónde vas? Le dije.
– A
buscar la jofaina con agua y un paño para limpiarte, amo.
– ¿Te
he dicho que hagas eso?
– No
amo, pero está embadurnada con mi flujo.
– ¡Mira! Le
dije cabreado…. – Me importa una mierda
si tienes un flujo de guarra o no. Ponte inmediatamente a cuatro patas entre
mis piernas y comienza a chupar. Y cada vez que vea una mala mueca, te cruzaré
la cara con un bofetón.
No dijo nada más e hizo lo
indicado. Empezó una felación con mucha menos técnica que Brígida, lo que me
confirmó que el conde no le prestaba las debidas atenciones.
– ¿Te
han follado muchos? Le pregunté.
– No,
amo, después de mi esposo, tú eres el único. Dijo levantando la cabeza y
esperando.
– No
te detengas, responde a lo que te pregunte y sigue con lo tuyo. ¿Y por qué has
querido que te folle?
– Les
dije a mis hijas que hiciesen todo lo que fuese para que tu hermano se fijase
en una de ellas y se casasen. Una de las ideas que les di fue que se hiciesen
amigas de ti, y te pidiesen que le hablases bien de ellas. Se
metió mi polla en la boca, la sacó, y siguió… Cuando me contaron tus pretensiones, me encolericé, pero luego pensé
que eras un joven en ebullición y que unos manoseos en sus coñito y unas pajas
no hacían daño a nadie, y máxime si se conseguía el objetivo. Nueva chupada.
Que les respetaras su virginidad me hizo
muy feliz, que les enseñaras a mamar pollas, también y que solo usaras sus
culos era la mejor opción…
– Cuando volvimos el primer día, por la noche, después de la cena, las
reuní en mi habitación y me contaron lo que les habías hecho y lo mucho que
habían disfrutado. Eso me produjo una
gran excitación, sobre todo el morbo de haberlas dejado excitadas, pero cuando
intenté convencer a mi marido para que viniese a mi habitación, el decidió que
estaba muy cansado y bebido… se fue a la cama. Casi no pude dormir. Otra
mamada.
El
segundo día, cuando me lo contaron, volví a excitarme más si cabe. Cuando fui a
buscarle estaba roncando en su sillón favorito, por lo que me tuve que ir sola
y frustrada. Mamada al canto. Durante la semana, estuve buscando objetos para dilatar sus anos y
lubricando y metiendo dedos para que se acostumbraran. Eso me mantuvo toda la
semana excitada, por eso, el día que teníamos que ir de nuevo, les dije que
intentasen que me aceptases en tus juegos, y que si lo hacías, te hablasen de
esta casa. Mamada fuerte. ¿He hecho
bien, amo?
“¡Maldita puta! Nos manipula a todos para que
hacer lo que ella quiere y encima nos creemos que lo queremos nosotros”. – Sí, pero sigue, que quiero correrme, y no
tires ni una gota.
Se puso a ello lo mejor que supo,
lengüeteaba mi glande y lo succionaba, jugaba con el agujero de mi capullo con
la punta de la lengua. Una mano deslizándolo por el tronco y la otra en mis
huevos masajeándolos me hacía sentir el rey del mundo. Lamía el cipote de la
raíz al cabezón y vuelta a mamar metiéndose cuanto le cabía en su boca de puta,
hasta que sentí que me venía, con lo que sujeté su cabeza, se la metí bien
adentro y le solté una abundante corrida. Ella tosió y estuvo a punto de
vomitar, pero aguantó bien el tirón y procedió a dejarla bien limpia, se
tragaba la lefa como si fuera un “Dulce de Santa Clara”.
– Veo
que recuerdas mis instrucciones. Sigue a cuatro patas, pero ponte lo más arriba
de la cama que puedas.
Una vez colocada, metí mi
cabeza entre sus piernas y comencé a lamer su coño, mientras mojaba mi dedo en
sus jugos y lo llevaba a su ano, frotando con movimientos circulares.
– Amo,
como ya sé de sus gustos, ya lo he traído dilatado.
Dijo ella.
Efectivamente, al hacer un poco
de presión, mi dedo entró con facilidad. Metí también el pulgar en el coño y
comencé el movimiento oscilante, mientras atacaba su clítoris y aledaños. La
llevé varias veces al punto de orgasmo, deteniendo el avance y haciéndola
gritar de la decepción… – ¡Noooo! ¡Sigue
amo, por favor! Yo estaba disfrutando con su sufrimiento.
Era la compensación a sus
manipulaciones. Añadí alguna palmada en su culo para completar. Cuando ya me
pareció suficiente castigo (tenía la polla a reventar) aceleré los movimientos
y me centré en su clítoris, lo que la hizo romper en un orgasmo tan fuerte como
deseado, que la dejó sin fuerzas, cayendo sobre mi cara. La aparté a un lado y
me coloqué a la par de ella. Cuando se empezaba a recuperar, la hice ponerse de
costado, dándome la espalda, mi mano bajo su cuerpo para alcanzar sus tetas,
metí una pierna entre las suyas, obligándola a abrirse y le metí la polla en el
coño, empezando a moverme. Mi otra mano, la pasé por delante para ir
acariciando la zona del clítoris a la vez. Poco a poco fue ganando en
excitación hasta que tuvo su primer orgasmo, aquellas mujeres eran muy fogosas
sin que nadie sacase lo mejor de ellas. Seguí acompañándola mientras seguía
gimiendo como una puta salida…
– ¡AAHHH!
¡NO PARES. ES FABULOSO. SIGUE. SIGUE!
Con un nuevo estertor, volvió a
correrse y yo saqué la polla de su coño y se la clavé en el culo. Me la follé
dándole por el culo durante un rato, volvía a cambiar a su coño otro rato y así
hasta que terminé corriéndome en el fondo de su vagina, sin importarme PREÑARLA
y provocándole un nuevo orgasmo. Después de unos minutos de relajación, se
levantó y comenzó a vestirse, diciendo… –
Tengo que volver. Mi marido llegará pronto. Yo solamente asentí y la miré
cómo se vestía. Cuando terminó, salió todo lo corriendo que su culo le dejó y
se marchó, para dejar paso a Brígida, que terminó de calmar mis ardores por el
momento.
Esta situación se mantuvo
durante mucho tiempo, con la única diferencia de que al bajar las temperaturas,
cambié la fuente por la casita cuando iba con las hermanas. Mi hermano, cuando
venía solía pasear con ellas, unas veces con una de cada brazo cogida y otras
con cada una por separado. Y cuando tenía oportunidad, probaba sus culos y
bocas. Por las noches, antes de que se fuera a la taberna, comentábamos mis
avances y averiguaciones y él me orientaba con nuevas ideas. Mi madre, muy
observadora como todas ellas, se dio cuenta de que algo pasaba casi desde los
primeros días. Me preguntaba, pero siempre le daba largas, hasta que un día me
habló seriamente y me preguntó qué pasaba con las vecinas. Yo no tenía
inconveniente en ocultarle las cosas a mi madre, pero era incapaz de mentirle…
– Está
bien, mamá. Te lo contaré, si prometes que no dirás nada a nadie, ni siquiera a
papá.
– No
puedo prometerte nada sin saber lo que me ocultas.
– No
te preocupes por ello, pero yo no cuento nada si no guardas el secreto.
– Está
bien. No diré nada a nadie. ¿Ni siquiera a papá?
– Ni
siquiera a papá.
Entonces le conté las
maquinaciones de Amanda para conseguir que alguna de sus hijas se casara con mi
hermano, mi propuesta y todo lo que hacía con la madre y las hijas (no dije
nada de Dulce ni de Brígida) Cuando terminé pasó por todos los estados…
– TIENES
QUE DEJARLO INMEDIATAMENTE…. NO TIENES EDAD PARA ESO. ¿INTENTANDO CAZAR A TU
HERMANO CON MALAS ARTES? ¿SERÁN ARPÍAS? Yo no me atrevía a abrir la
boca. NO QUIERO VER A ESA GENTUZA EN MI
CASA NUNCA MÁS…. Siguió un buen rato, hasta que apaciguó un poco y empezó a
cambiar. SE MERECEN LO QUE LES PASE. Y si
tú y tu hermano os divertís con ellas, mejor para vosotros… no me importa que
os las folléis a todas. PERO QUE NO SE OS OCURRA A NINGUNO CASAOS CON ALGUNA DE
ELLAS, PORQUE OS MATO… aunque vengan las tres PREÑADAS.
Se fue murmurando… – ¡SERan zorraaas…! ¡La madre que …..! Y
dejé de oírla.
Me estaba cambiando de ropa
cuando me pilló, terminé y me dirigí a la calle. Al pasar por el salón, oí a
través de la puerta entornada, que mi padre le decía algo exaltado…
– ¿PERO
ME QUIERES DECIR DE UNA VEZ QUÉ ES LO QUE TE PASA PARA ESTAR TAN ENFADADA? ¿HE
HECHO ALGO QUE TE HA DISGUSTADO?
– No,
tú no.
– ¿ENTONCES,
QUIEN HA SIDO, JUAN? ¿HA HECHO ALGUNA TRASTADA?, PORQUE SI ES ASÍ, SE VA A
ACORDAR. Yo escuchaba nervioso. – Mira,
he prometido no decir nada, ni siquiera a ti.
– ¿COMO?
¿SECRETOS EN MI CASA? ¡O ME LO CUENTAS O EMPIEZO A AZOTARTE HASTA QUE ME LO
DIGAS!
Mi madre, asustada ante el
genio de mi padre y de su violenta expresión, que hasta a mí me hizo temblar
las piernas, dijo muy serena… – Mira,
como no quiero faltar a mi palabra, voy a ver si me acuerdo de la conversación,
reproduciéndola en voz alta, pero tú no escuches.
– Haz
lo que sea, pero cuéntamelo. Y repitió la historia
Mi padre también montó en
cólera y hablo de matarnos a mí, a mi hermano y a la condesa a sus hijas, al
conde y a no sé cuantos más. Pero mi madre le aconsejó pensando fríamente…
– No
podemos ponernos a mal con nuestros vecinos los duques. Imagina el escándalo si
esto se supiese. Nuestros hijos podrían resultar afectados en el futuro. Además
¡Deja que los niños se diviertan! Las más perjudicadas serán ellas… mancilladas
las hijas y posiblemente preñada la señora condesa por uno de tus hijos. Son
hombres en una edad muy fogosa y por tanto tienen el instinto irrefrenable de
fornicar a cada rato ¡Y qué mejor para quedar aliviados, que en coños claramente
ofrecidos! De paso practican y aprenden a dar placer a su futura esposa.
Mi padre reflexionó un momento
y dijo soltando aire. – ¡Puff! Tienes
razón, como siempre. Pero anda, tira para el dormitorio que me tienes que
contar por qué agujeros se las meten…
Mi madre soltó una carcajada
muy sensual acariciando el pecho de su marido…. – Sí, querido, vamos, que ya no me acuerdo muy bien… tengo mucho interés
en recordarlo.
Me alejé a toda marcha,
satisfecho de que no hubiese pasado nada, de que hubiese sido perdonando y
dando gracias a mi madre por su indiscreción solicitando la comprensión y apoyo
de papá. Como he dicho, el tiempo fue pasando, con la complicidad de mi madre,
a la que tenía que contare mis aventuras con todo detalle…como se desvestían,
que sentía al verlas en pelotas, como me comían la polla, como se corrían y
cuantas veces, así que llegaba a atreverme a narrarle como me corría
llenándoles la boca o el coño a cualquiera de las cuatro. Por supuesto, poner mi
cara de póquer ante mi siempre sonriente padre, como si yo no supiese que lo
sabía. No pasaba nada.
De hecho, algún día, cuando yo
salía a por mí caballo, ellos tomaban camino de su habitación, justo después de
contarle mis aventuras a mi madre. Pero un día, el conde llegó al galope de los
caballos de su carruaje, se bajó sin ayudar a su esposa y pidió al criado que
salió a recibirle que tenía que hablar inmediatamente con mis padres. Yo me
enteré por la noche, cuando Dulce me contó lo que había escuchado.
Al parecer, el conde llegó con
un cabreo de aúpa porque había llegado a sus oídos que me acostaba con sus
hijas, y eso era una afrenta que había que solucionar de inmediato. Mi padre,
le habló tranquilamente…
– Mi
hijo Juan es todavía demasiado joven para eso. Cuando vuelve de acompañar a tus
hijas, nos cuenta todo lo que ha pasado, y confiamos plenamente en él. Por él,
sabemos que tu mujer, Amanda, les ha dado instrucciones a tus hijas de hacer lo
necesario para que mi hijo Íñigo se case con una de ellas, y que la misión de Juan
era hablarle bien de ellas a su hermano. La madre estaba roja a más no
poder.
Continuó diciéndole al conde al
más furioso, ahora con su esposa… – Si
tus hijas ya no son doncellas, tendrás que buscar por otro lado, extendió
mi padre mirando fijamente a Amanda… – Porque
mi mujer se ha encargado de reiterarle encarecidamente cada día, que respete su
virtud. Si tienes dudas, compruébalo tú mismo, o haz que lo compruebe un
médico. Nosotros entendemos tu preocupación y queremos que sepas que nuestra
boca estará sellada pase lo que pase, y nuestra puerta siempre estará abierta
para vosotros. Lo único que no puedo garantizaos es que mi hijo Íñigo se case
con una de vuestras hijas. Eso deberá decidirlo él. En ese sentido, en nuestra
casa hay libertad de elección mientras no mancille nuestro nombre.
El conde, más calmado… – Perdona Ricardo. Me he dejado llevar por los
impulsos. La verdad es que ni siquiera he hablado con mis hijas. Marchó avergonzado para hacer lo que tenía que
haber hecho primero…preguntarles a ellas y comprobarlo. Dijo el duque.
– No
te avergüences. Yo en tu lugar hubiese hecho lo mismo o peor.
Dijo mi padre.
Y le acompañó a la puerta con
la mano sobre el hombro y dándole palmaditas. La condesa, al pasar junto a mi
madre, murmuró un gracias, que ambas sabían porqué era, pero que al conde debió
parecerle que era por los consejos hacia mí. Cuando se marcharon, ambos se
echaron a reír y parece ser que mi padre llevó a mi madre a la habitación entre
risas y palmadas en el culo. Yo seguí visitando la cabaña, ya que Brígida no le
habían quitado la orden de mantenerla limpia.
Días después, Dulce vino a mi
encuentro para decirme que mis padres me esperaban en la biblioteca y que fuese
con rapidez. Dejé mi trabajo y fui a ver qué pasaba. Mi padre, estaba junto al
aparador de las bebidas con una en la mano y mi madre sentada y con síntomas de
haber llorado. Me mandó sentar…
– Hijo
mío, ya es hora de que empieces a preparar tu futuro. Los últimos
acontecimientos nos aconsejan que vayas fuera una temporada, y de paso que
aprendas un oficio o una forma de ganarte la vida, porque como sabes, el condesado
y las tierras que lo forman lo heredará tu hermano, como primogénito y
legítimo. Las tierras que mi padre me dejó, he conseguido ampliarlas, pero aún
con todo no son suficientes para que puedas optar a matrimonios importantes que
aumenten tu prestigio. Tu madre y yo hemos pensado… mi
madre volvió a llorar, que aprovechando
que mi primo Esteban, Coronel del ejército de su majestad, viaja a las
Filipinas para hacerse cargo del regimiento no sé cuantos de lanceros, vayas
con él y con su familia durante un tiempo, para que compruebes si puedes llegar
a algo en el ejército, lo que te daría ya un importante prestigio, o si no,
vuelves y buscaremos por otro lado.
– Lo
que tú mandes, padre. ¿Cuándo será la partida?
– Pasado
mañana. Prepara la valija y despídete de quien quieras. Partiréis hacia Sevilla,
donde embarcareis para las Filipinas.
Yo me quedé sin palabras. Lo
único que se me ocurrió fue… – Gracias,
padre. Me abracé a mi madre y lloramos los dos. Mi padre se retiró
discretamente frotándose el ojo. Por la noche, acostados uno junto a otro,
mientras acariciaba su coño despacio, pedí a Dulce que abandonara aquello y
huyésemos, que nos fuésemos juntos a empezar nuestra vida en otro lugar, al fin
y al cabo, tenía unas tierras que nos darían suficiente para vivir. Ella, que
también estaba en ese momento acariciando mi polla.
– ¡Lo
siento cariño, pero yo aspiro a algo más grande!
Me cabree, le dije que se
fuera, que no quería volverla a ver, que mientras había estado a su lado, le
había parecido bien, pero que ahora ya no, pues que se fuera a tomar por el…. Luego
me enteré de que no era por mi polla, sino por mi hermano. Pero estaba tan
cabreado que cuando me fui, me despedí de toda la servidumbre, pero a ella, ni
siquiera le dije adiós. Solamente me había despedido anteriormente de Brígida…
que es, junto a mis padres, las tres únicas personas que echaría de menos en
tierras lejanas.
Si te ha gustado el relato, siempre agradezco un comentario al respecto.... TROVO DÉCIMO
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